El general Dwight Eisenhower fue el militar encargado de dirigir el ejército estadounidense cuando se tomó la decisión de ir a la guerra después del ataque japonés a Pearl Harbor. Más tarde, Estados Unidos formó parte de la ofensiva aliada en contra del nazismo de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, el más cruento conflicto bélico en la historia de la humanidad —y que costó alrededor de 75 millones de vidas—. A todas luces, la guerra no hubiera podido ser ganada por los aliados sin la participación de los Estados Unidos, de su ejército y de la brillantez de Eisenhower al mando de la estrategia y táctica militar.
Al haber ganado la guerra, se le preguntó al general cuáles habían sido los recursos más importantes de los que echó mano para dar la vuelta a un conflicto que, por algunos momentos, pareció haber estado en el bolsillo de los nazis:
General Eisenhower, seguramente, tener un plan estratégico diseñado con meticulosidad y ejecutarlo a la perfección en el campo de batalla fue una de las razones más importantes por las cuales hoy podemos cantar victoria sobre Hitler y sus secuaces.
A lo que Eisenhower respondió:
En la preparación para una batalla, siempre he encontrado que el plan específico delineado con antelación acaba siendo completamente inútil, pero también que el proceso de planeación es absolutamente indispensable.
¿Qué lecciones podemos sacar para la conducción de una empresa a partir de la respuesta de Eisenhower, que también dice mucho acerca de la turbulencia, la incertidumbre y la falta de claridad en el aspecto económico? Para mí, hay dos fundamentales:
La preparación es la mitad de la victoria
Muchas veces victorias pasadas te hacen proclive a derrotas futuras cuando en tu acción directiva te permites regodearte de logros cosechados y aprendizajes abrazados. Irónicamente, las posiciones de liderazgo en el mercado alejan a una empresa de actuar siempre como una startup; o sea, una pequeña, ambiciosa, flexible y con la humildad necesaria para saber que siempre hay algo nuevo que aprender. Al final, el cambio es siempre la constante en las instancias que más importan:
- La industria.
- El contexto competitivo.
- El cliente.
Cada uno de estos tres cambian, y lo hacen hoy en día de manera vertiginosa, por el hecho de que el emprendimiento y la información están cada vez más al alcance de todos.
Darte a la tarea de preparar tu diagnóstico, entendimiento y caracterización del campo de batalla —el contexto competitivo— es una labor que exige la más absoluta disciplina, pues debes saber distinguir lo importante de lo urgente. También necesitas humildad total para entender que hay cosas que no sabes y que nunca sabrás si no te das la oportunidad de abordar cada nueva iniciativa en la empresa como si estuvieses empezando a competir.
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El plan puede abortarse, pero el proceso siempre rendirá frutos
Una de las grandes ironías de dirigir una empresa es que, a partir de la disciplina, la preparación, la humildad y la debida diligencia, piensas que ya no hay retos. Sin embargo, hasta los más avanzados sistemas algorítmicos de planeación de escenarios se ven sobrepasados cuando se les confronta con la realidad.
La frase de Eisenhower representa una lección que, al escucharla sin detenimiento, podría sonar intrascendente para el éxito de una empresa. Pero su valía es que implica un entendimiento de que por más sofisticado que sea un plan, este no sobrevivirá su primer encontronazo con la realidad. Por ello, es más importante el proceso que resultado. Aprender, estudiar, preguntar, confrontar, procurar puntos de vista alternativos y hasta opuestos siempre traerán más enseñanzas.
El plan es de carácter puntual y finito. Por otro lado, pensar en la planificación de la manera que te propongo cambiará tu forma de ver las cosas y tu mentalidad como líder. Siempre debes recordar dos cosas:
- Saber que no lo sabes todo es estar un paso adelante de quienes creen que sí.
2. Enamorarte del proceso (planear) y divorciarte del resultado (plan) conduce a una empresa más exitosa.