Tu realidad se transformada por tus acciones. Desafortunadamente, el mundo del pensamiento, del decreto y de la visualización de los mejores realidades y circunstancias no bastan para garantizar cambios en tu vida, pues son solamente parte de la ecuación, balanceada por una verdad inexorable de la cual no puedes escapar.
Dicha verdad es que toda modificación intencional de tu entorno supone por definición que lleves a cabo acciones específicas, puntuales y concretas en el mundo de lo práctico. En el momento en que imagines “lo que deseas lograr,” piensas en los beneficios que vivirás y te entusiasmas por el futuro a alcanzar.
Ahora bien, si realmente tienes la convicción de hacerlo para lograrlo, el paso que sigue después de la visualización, la intención y el entusiasmo es la conformación de un plan a seguir, que esté más o menos estructurado y cuyo componente principal sean las metas a alcanzar.
Sin embargo, y desafortunadamente, para muchas personas es común que, en lugar de lograr metas, los resultados sean de frustración, enojo, desconcierto y hasta un declive en nuestro amor propio al ver que, a pesar de haber formulado metas y tomado acción ante ellas, simplemente no las pudimos alcanzar.
A continuación, deseo compartirte lo que, en mi experiencia personal y profesional, he podido identificar como los enemigos más grandes del éxito, sus orígenes y sus respectivas manifestaciones del porqué no logras tus metas. Todo esto tiene que ver tanto con tu mentalidad como con tu acción práctica, que se retroalimentan todo el tiempo.
Mentalidad
Estas causas están fundamentalmente relacionadas con tu disposición mental y emocional, principalmente con los modelos mentales del mundo que formas a partir de una cierta perspectiva y tu respuesta emocional ante el significado que confieres a cosas, hechos, personas, relaciones y circunstancias.
Acciones
Estas causas no tienen tanto que ver tanto con la disposición interior de personas —como mencioné arriba—, sino con tu comportamiento y la ejecución específica de tus actos en el mundo de lo práctico, tangible y material.
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Acciones a evitar para lograr tus metas
Ahora, enlisto las manifestaciones más comunes relativas a tus creencias y a tus acciones. Revísalas y reflexiona. Evitarlas te ayudará como persona y como miembro de un equipo, empresa u organización.
1. Alimentas la meta de un combustible incorrecto
Cuando no hay un propósito lo suficientemente fuerte detrás de una meta formulada, por más que haya sido diseñada a la perfección, tu desempeño perderá empuje y carecerá de resiliencia, relegándote al mundo de las estadísticas. Abandonarás tu esfuerzo y tirarás la toalla.
2. No crees que sea posible lograrla
Por irónico que parezca, aunque seas el autor de una meta, muchas veces en el fondo no crees ser apto o estar a la altura de la misma; incluso te saboteas inconscientemente para probártelo.
3. Pospones la acción
Esto puede deberse a diferentes razones, pero el común denominador en todas, según ha demostrado la ciencia —y esto lo he corroborado personalmente una y otra vez— es el miedo a tomar el primer paso por el temor subyacente a fracasar.
4. Evitas el error a toda costa
Esto sucede cuando te planteas metas, pero no puedes dejar de pensar en el dolor que supondría para ti fracasar, por lo que tomas caminos alternos “seguros”, que, irónicamente, resultan no ser los correctos.
5. No aprendes de los errores
Una de las grandes ironías de la vida es que el fracaso, cuando se asume como temporal y perseveras, es siempre el ingrediente esencial del éxito, pues permite aprendizaje, reflexión y acción mejorada; muchas veces vives fracasos sucesivos y los asumes como definitivos y sin valor didáctico alguno.
6. Los objetivos no son claros
Seguramente, has vivido la experiencia de constatar que las metas formuladas por alguien más en tu equipo, organización o empresa se emitieron de una manera y fueron entendidas de otra por los receptores; o peor aún, cuando tú mismo no defines con exactitud tus propias metas. Te sentirás confundido e incluso sesgado a la hora de actuar, lo que hará que tu esfuerzo sea menos efectivo.
7. Trazas metas muy grandes o demasiado pequeñas
La capacidad del cerebro para procesar metas demasiado grandes es limitada, e incluso se nulifica si hay un reto o peligro de por medio. Por otro lado, las metas demasiado pequeñas no te retan ni te brindan satisfacción cuando las alcanzas. Trazar una meta retadora pero alcanzable es el punto medio que debes procurar.
8. No hay congruencia entre ellas
Muchas veces formulas más de una meta en relación a un proyecto o plan, y, sin darte cuenta, te propones objetivos que no se complementan entre ellos; no generan sinergia ni inercia, y muchas veces se contraponen entre sí, dando como resultado acciones ineficaces.
9. No las mides
Lo que no se mide no puede cambiarse. La importancia de que midas el avance de tus metas — sin importar los resultados— radica en aprender del pasado. Así podrás continuar o corregir acciones futuras, haciendo que sean más eficientes.
10. Falta de honestidad contigo mismo y con tus valores
Aunque incorpores todos los puntos anteriores en el proceso de formación y consecución de tus metas, de poco servirán si no reconoces que todo aquello que consideras aspiracional, noble, positivo y retador en tu vida supone disciplina, paciencia, congruencia, resiliencia y perseverancia. Al final, tú serás el más importante testigo de esto.