En el curso de los años de mi experiencia profesional, y habiéndome desarrollado entre personalidades de muy diversa naturaleza en el mundo de la venta directa, he podido constatar que tanto la idea conceptual, como la figura práctica, en la realidad del emprendedor, genera impresiones contrastantes, incluso opuestas en las personas.
Dos percepciones en torno a la figura del emprendedor
Por un lado, mucha gente ve al emprendedor como una persona audaz, que toma riesgos, que aún a pesar del miedo toma decisiones osadas en el afán de materializar su visión a través de personas -en un equipo al interior de una empresa- y PARA personas: sus clientes potenciales a los que ha de servir con una idea que satisfaga una necesidad y entregue valor.
Sin embargo, por otro lado, hay personas que consideran a los emprendedores en su función particular como vendedores (tanto de ideas, proyectos, visiones para la empresa como por supuesto de productos y servicios) como personas con “pseudo-profesiones”, personas soñadoras desconectadas de la realidad, siempre pregonando el poder de su “siguiente gran idea” sin que esta llegue jamás y los relegan por tanto al mundo de los ilusos, de los fracasados.
En estas dos visiones antagónicas sin embargo, es importante distinguir que con independencia de que qué tan positiva sea nuestra opinión sobre ellos, el hilo conductor de nuestra percepción respecto de los emprendedores es la creencia de las habilidades que estos deben tener para poder llamarse a si mismos “Emprendedores.” Esta percepción es especialmente relevante, como he atestiguado en el curso de los años, también para aquellas personas que coquetean en su mente con la idea de emprender pero que piensan que las habilidades de un emprendedor son cosa excepcional, relegada para unos cuántos con una personalidad específica o con dotes natos que los separa del resto de los mortales y que define que sean tan solo unos cuantos los que deciden llevar su idea de negocio a la práctica.
La Mentalidad de un Emprendedor
Para empezar, hay que decirlo con claridad: El ser emprendedor implica ante todo pensar diferente, mientras que la mayoría de las personas somos adversos a la incertidumbre, los emprendedores toman riesgos, ellos por ejemplo no buscan necesariamente “un trabajo”, si acaso, buscan materializar una idea, que se convierte en su propósito por medio entre otras cosas, de generar empleos. Su meta no es “pensar afuera de la caja” sino si acaso, ser los dueños de la caja. Los emprendedores son conscientes del mercado pero en realidad no siguen al mercado, sino que definen el mercado. Esta es efectivamente una manera osada de actuar que es emblemática ante todo de lo más importante, un cierto tipo de mentalidad.
En este contexto, la idea de que los emprendedores son personas con habilidades natas es un absurdo total, pues como toda mentalidad, la mentalidad de un empresario puede ser procurada, nutrida, reforzada, creada. Sin embargo, el hecho es que la creación de una mentalidad como la referida, implica un precio cuya moneda es la disciplina, constancia, resiliencia y perseverancia, un precio que la mayoría de las personas no están dispuestas a pagar, especialmente en una sociedad que desafortunadamente cree cada vez más que existe cosa tal como el éxito de un día para otro, lo que en diversos foros he referido como la noción de “el éxito de micro-ondas.”
Las habilidades que un emprendedor procura para sí
Como parte de esta mentalidad basada en la disciplina, toma de riesgos (aun cuando el miedo esté presente), resiliencia y perseverancia, algunas habilidades específicas son de especial importancia en la constitución del perfil emocional y práctico de un emprendedor, en mi experiencia, estas son 7:
1.- Inteligencia Emocional y trato con las personas.
El tener la capacidad de aceptar, entender y hasta procurar puntos de vista distintos, incluso cuando son distintos a los suyos propios y responder en lugar de reaccionar en presencia de lo que Barry Switzler llama en su libro “Conversaciones Cruciales.”
2.- Comunicación efectiva.
El poder extraer los puntos realmente importantes de una circunstancia, reto, o problemática y expresar su verdadera esencia y naturaleza, de manera que sus interlocutores sientan que hay algo relevante en la misma para cada uno de ellos.
3.- Capacidad de abstracción y síntesis.
Es aquí donde hablamos de la capacidad de pensar fuera de la caja, o sin caja, de tener la capacidad de dar pasos hacia atrás para no ver el árbol, sino el bosque, para hacer zoom out y entender las relaciones causales de hechos y comportamientos, pasar de lo táctico a lo estratégico.
4.- Marketing relevante al consumidor, no a la empresa.
Tener la capacidad de pensar menos como empresario y más como consumidor, tener la disposición emocional necesaria y suficiente para conocer realmente las necesidades y “pain points” de sus clientes y prospectos, que en concordancia con el punto “2” generan mensajes positivos y relevantes que se quedan en la mente de estos.
5.- Finanzas.
La causa más común y recurrente de que los nuevos emprendimientos fracasen es el agotamiento de recursos financieros, que expresan (o no) la correcta planeación, ejecución y retroalimentación del uso de recursos que siempre son escasos y con costos de oportunidad.
6.- Liderazgo.
La capacidad intencional y consistente en el curso del tiempo en base a una visión de convencer, influir, y persuadir a otros para que hagan cosas que no están originalmente dispuestos a hacer (porque no saben, no pueden o no creen) para lograr las cosas que desean alcanzar que se consideran nobles y aspiracionales en una identidad colectiva común.
7.- Inspiración (no motivación) de Equipos.
Tener la capacidad de establecer vínculos entre los medios, los resultados y los propósitos más profundos e introspectivos de las personas es realmente inspirar, como he señalado en otras ocasiones, inspirar difiere de “motivar” en el sentido en que la motivación es:
- Pasajera
- Transaccional
- Orientada a generar comportamientos específicos y concretos
- Y requiere la existencia de incentivos (entre ellos los económicos) para generar el comportamiento deseeado.
Al leer estas habilidades uno podría pensar -tal vez con razón- que el Emprender es en realidad un milagro de complejidad absoluta, sin embargo, la buena noticia es que estas habilidades están a la mano de todos nosotros y son mucho más alcanzables, accionables, y perfectibles cuando nuestro propósito al emprender es fuerte, es claro y especialmente cuando está basado en valores que idealmente impacten positivamente la vida de personas que se tornan el vehiculo, combustible y meta de nuestras aprehesiones, ansiedades, y temores como emprendedores, lo que hace que todo esfuerzo de emprendimiento valga la pena.