Se dice con recurrencia que el arte de crear empresa es arduo, es tenaz, es retador, pero es a la postre, para quien ha decidido abrazar la construcción de una visión como suya, un arte sumamente gratificante y que paga con creces las penurias físicas y sobre todo emocionales de la montaña rusa llamada “Emprender”
Personalmente he tenido la fortuna de conocer a muchos empresarios y emprendedores en el camino a convertirse en tales, y del saldo de esas personalidades y su relación con el proceso por medio del cual vivimos nuestras vidas, deseo dedicar unas líneas a mi nota de hoy: Mi tesis es que el proceso de emprender asemeja enormemente al proceso de vivir, y la manera de alcanzar el éxito en un emprendimiento es similar a aquel que podríamos utilizar para alcanzar los triunfos más nobles de nuestra vida, incluidos nuestro éxito y felicidad.
1.- Una razón de ser para la empresa y para el individuo.
Tanto para emprender como para vivir lo primero que se requiere es el norte de la brújula que guiará nuestros esfuerzos. Para la persona, el momento mismo de cobrar conciencia sobre su vida determina la necesidad de claridad en este tema en la forma de un propósito por el cual vivir. Por otro lado, para el emprendedor, no puede existir plan de negocios sin primero tener una idea de negocio: la síntesis de la necesidad a resolver, del servicio a brindar, del valor a entregar.
2.- Donde la llanta toca el pavimento
El siguiente paso que se presenta de manera análoga tanto en el emprendimiento como en nuestras vidas, es el fiel de la balanza que define la diferencia entre lo planeado y lo logrado, entre lo anhelado y lo conquistado, y es el paso que refiere a la acción. Sin acción ninguno de los otros pasos posteriores podría existir, sin acción no podríamos en realidad hablar de emprendimiento, de esfuerzo, de perseverancia, de disciplina, de consistencia ni de retroalimentación. Tanto para el individuo como para los emprendimientos, no hay absolutamente nada que reemplace a la acción para forjar nuestra historia en la empresa y en la vida.
3.- El resultado ineludible de la acción
Siempre he creído que en torno a las teorías, ideas y conceptos respecto del logro, del triunfo, de nuestras grandes hazañas, y a diferencia de otros campos de conocimiento, no hay fórmulas matemáticas, no hay una “receta” específica que nos dicte sin lugar a duda que triunfaremos en nuestro esfuerzo emprendedor, ni tampoco en la vida. Sin embargo, y de manera un tanto ingrata, es casi un hecho inexorable, cuasi matemático que a medida que hagamos más, las probabilidades que nos topemos con el error, la equivocación, la derrota, se incrementan. Es sin embargo la perspectiva desde la cual conferimos significado a ese error el que determina que sea una derrota absoluta o un ingrediente de conocimiento para continuar nuestra jornada.
4.- El encontronazo de lo ideado versus lo encontrado, un maestro disfrazado.
Una de mis frases favoritas es la que dice que “Uno propone, y la vida dispone”, que no es otra cosa que el corolario de que aún a pesar de nuestro afán frenético por planear difícilmente las cosas resultan en la práctica como las anticipamos, como las planeamos. De cara a la derrota experimentada a partir de la acción, es entonces que tenemos ocasión de ser conscientes de la diferencia, el espacio que existe entre lo que planeamos para nuestra vida o empresa, lo que a su vez nos permite precisamente medir la distancia entre el plan de nuestra idea y la realidad de nuestra ejecución, ingrediente fundamental para los pasos siguientes como veremos.
5.- Nutrir la acción futura con el aprendizaje pasado.
El haber medido la distancia entre lo que planeamos y lo que sucedió a partir de nuestra acción nos deja como saldo -si nuestra actitud es la correcta- el gran aprendizaje de conocer las razones para tal divergencia, el saber qué cosas sucedieron o no sucedieron en nuestro plan de negocios, o en un momento dado de nuestras vidas que determinaron un resultado adverso, diferente al que nos planteamos originalmente y por supuesto, (si la perseverancia existe), nos permite tomar eso que aprendimos en el paso a una nueva acción, ahora con las adiciones de nuestra experiencia, que desafortunadamente nadie puede vivir por nosotros.
6.- Volver a empezar
Y es aquí, donde a partir de lo planeado, hecho, equivocado, contrastado, aprendido y retroalimentado, estamos en posición de algo que requiere valor, que requiere tenacidad, que requiere piel gruesa… volver a empezar a pesar de los temores construidos en el camino pasado por nuestras derrotas, donde toca ratificar nuestro propósito y razón de ser como algo noble, digno de aspirar a él, gratificante. Mi opinión es que para llegar a este paso finalmente, no son las aptitudes, credenciales académicas ni los recursos financieros lo que resulta más importante: No, el levantarnos de la derrota y no asumirla como un fracaso definitivo, depende de nuestras actitudes, de qué tan conscientes y dueños somos de la montaña rusa emocional que priva en la vida y en el emprendimiento, de qué tan resilientes somos y sobre todo, de nuestra irrenunciable capacidad de decidir que hacemos ante el miedo, tirar la toalla o continuar.