¡Traigo para usted un invento que ha revolucionado vidas!
¡Venga y compruebe sus múltiples beneficios!
¡Sea la envidia de sus amigos y luzca como
siempre ha querido! ¡Más belleza y sin esfuerzo!
¡Lléveselo hoy y páguelo mañana!
¿Cuántas veces has escuchado promesas como esa? El pensamiento inmediato te invita a cuestionar si será real lo que se te ofrece y si en verdad funcionará el producto; pero es la falta de certeza la que pone en tela de juicio la profesión más pertinente en cualquiera que pretenda emprender un negocio.
Las ventas y la constante búsqueda de certeza
Las ventas no son un lavadero de cerebros ni un club social; tampoco son una secta en la que te van a convencer de que todo es bueno. Así que, cuando te aborde un vendedor, no lo rechaces como si se tratara de un hooligan haciendo destrozos a su paso. Los vendedores podrán ser fans del producto o servicio que ofrecen, pero eso no significa que estén completamente desconectados de la realidad.
El mundo de las ventas es maravilloso y apasionante, principalmente porque está basado en la interacción de personas que buscan compartir sus experiencias con el uso de lo que han obtenido a cambio de un precio. En el caso de la venta directa, es la sensación de bienestar que una persona proyecta la que logra generar empatía a través de sus pensamientos, emociones, sueños y aspiraciones.
Esto es algo que aprendí a medida que iba ascendiendo dentro de la estructura organizacional de la compañía para la que laboré por 18 años; claro, fui cambiando de responsabilidades, pero cada una de ellas tenía como eje fundamental atender y entender a las personas.
Al mantener ese contacto directo con tanta gente, no pude dejar de observar un elemento en común que tenía cada una de las personas con las que interactué: la búsqueda constante de certeza o de certidumbre.
Por mi historia de vida personal, observar esto me reconfortó de cierta manera, ya que la certidumbre no era algo que hubiese estado presente en mi vida. ¡Por el contrario!, era algo que yo también estaba persiguiendo, al igual que cada persona con la que tuve el placer de interactuar.
Pienso que esta búsqueda incesante de certeza es algo intrínseco en la naturaleza humana, porque es un equivalente de seguridad. Y si hay un instinto básico, fuerte y contundente en el ser humano desde que nace, es el deseo de supervivencia, que tiene como una de sus manifestaciones la búsqueda de protección.
Considero que ese fue un descubrimiento que me abrió un apetito voraz por entender mejor mi propia naturaleza, lo que me condujo, sin haberlo planeado así, a estudiar más a fondo la psicología del ser humano. Me dediqué a buscar y a encontrar información, ejemplos, activos y materiales que me permitieran comprender el proceso de interacción y posterior involucramiento entre los seres humanos y cómo se crean esas relaciones.
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Viviendo junto a la incertidumbre
Recuerdo que, en algún momento, en uno de los libros que he tenido la fortuna de leer, el autor decía, palabras más, palabras menos, algo como esto: “El ser humano puede más con una certeza, aunque esta sea adversa o negativa, que con una figura de incertidumbre”.
Concuerdo totalmente con este pensamiento. Me parece que, en esa constante búsqueda, el ser humano se ha programado para evitar toda fuente de incertidumbre, porque la traduce como un peligro que amenaza su vida.
El problema es que, como bien lo expresó el filósofo Heráclito, “lo único que no cambia, es que todo cambia”, por lo que me parece una ironía que la humanidad viva tratando de evitar todo cambio cuando eso es lo único permanente en el tiempo; y cada cambio trae consigo implícita una dosis de incertidumbre, que bien puede ser en realidad una oportunidad, de lo cual te hablaré posteriormente.
Texto extraído de mi libro Conecta Antes de la Venta.
