Cuando sostengo una plática con amigos, colegas, audiencias en conferencias o incluso clientes sobre lo que es una estrategia, me inclino siempre primero por proporcionar claridad al respecto.
Me gusta mucho utilizar la analogía de una receta de cocina. Supón que tu finalidad es crear un pastel de chocolate. El proceso inicia con la selección de ingredientes, las cantidades y los pasos a seguir —mezclar, batir, hornear, etc.— Esto constituye claramente una estrategia, pues te deja saber que la receta es, efectivamente, para un pastel de chocolate. Pero ¿qué sucede cuando en su lugar obtuviste galletas de fresa? Todo o una parte en torno a la estrategia fue incorrecto.
¿Qué es una estrategia?
En este sentido, una estrategia podría ser definida como una claridad conceptual y una ejecución puntual que surge ante tres preguntas que todo emprendedor debe plantearse:
- ¿Dónde estoy ahora?
- ¿Dónde quiero estar?
- ¿Cómo llegaré ahí?
El arte de la creación, ejecución, medición y mejora de una estrategia ganadora supone varias características:
- Un cierto grado de previsibilidad con un determinado margen de error de los resultados esperados al aplicar dicha estrategia —a pesar de la incertidumbre propia de los negocios y de la vida en general—.
- Que sea, a la vez, el resultado de un entendimiento de la realidad actual y de un deseo de trastocar, alterar, cambiar o mejorar dicha realidad en el futuro.
- Y, paradójicamente, el entendimiento de que no hay una perfecta, especialmente si no puede ser cambiada o arrojada por la borda si es que la realidad lo determina.
Cuando la estrategia falla
Así pues, hay dos circunstancias por las cuales el 95 por ciento de todos los nuevos emprendimientos se desvían de su plan original o bien fracasan por completo y dejan de existir:
- No sobrevivir a lo vertiginoso y retador de toda etapa de lanzamiento —poca capitalización, sobre expansión, planeación deficiente o mercado en declive—.
- No alcanzar el potencial completo de la empresa —lo cual resulta más triste y catastrófico—.
Al crear una estrategia, tanto para startups como para compañías ya existentes, pensar en grande es uno de los atributos de la mayoría de sus fundadores. Sin embargo, desafortunadamente esto muchas veces es relegado al mundo de lo etéreo, lo filosófico y lo intangible, reduciéndolo a la “motivación personal” sin aplicación empresarial. Pero no hay nada más alejado de la realidad que lo anterior.
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Pensar en grande para diseñar una estrategia ganadora
Con “pensar en grande” me refiero a esbozar ideas que…
- Maximicen el alcance y el potencial de una compañía.
- Tengan el máximo efecto posible en una audiencia, mercado o el mundo.
Sin embargo, además de la tergiversación en torno a la creación y pertinencia de este concepto, hay cuatro factores —como señala Kevin Johnson en su libro La Mente Emprendedora— que plantean dificultad para el emprendedor para generar grandes ideas:
- La incapacidad de crecer más allá del contexto inmediato.
- La falta de motivación para generarlas, aplicarlas y mejorarlas.
- La confianza necesaria para exponerlas al escrutinio y retroalimentación de otros, incluso cuando ya las has delineado en tu mente.
- La carencia de personas, mentores y maestros que tengan influencia en el emprendedor y que aporten diversidad de pensamiento y expertise para ejecutar en grande.
Cada una de estas dificultades pueden solventarse cuando tienes deseo de hacerlo. La transición de una mentalidad de escasez a una basada en pensar en grande puede ser demandante pero, a la postre, gratificante.
En conclusión
Si miras en retrospectiva, todos los grandes logros de la humanidad en cuyos hombros reposan logros futuros empezaron con una gran idea: la imprenta, los postulados científiciso, volar por los cielos, la resistencia pacífica, la integración racial… Todos tuvieron como génesis una idea que fue osada, pero que fue materializada, medida, retroalimentada y mejorada hasta su exitosa ejecución, que es siempre el más grande premio del visionario, aunque este muchas veces no viva para verlo. Casi siempre, sus más grandes críticos y los escépticos se convirtieron en sus más grandes defensores.
Como siempre, el primer paso para resolver un reto o adversidad es que seas consciente del mismo. Espero que este artículo te brinde la claridad que como emprendedor necesitas para pensar en grande, ejecutar en grande y, en el proceso, cambiar el mundo.