Una decisión de mentalidad estratégica: ¿trabajar en tu negocio o para tu negocio?

El camino del emprendedor está lleno de disyuntivas que le demandan tomar decisiones en todo momento y en las diferentes áreas que conforman lo complejo y maravilloso que es crear una compañía: el posicionamiento, el cliente, el canal, la comercialización, las operaciones, las finanzas, el servicio, etc. Una de las decisiones más importantes —y un tanto irónicas— que un emprendedor debe tomar es la naturaleza de su involucramiento en la gestión diaria de la empresa, además qué tareas debe delegar a otros y en qué medida. Esto significa, entre otras cosas, que debe dejar claro el tipo de rol que realmente juega en la empresa: emprendedor o autoempleado.

Hasta que la compañía de un emprendedor opere sin él, su fundador es en realidad un autoempleado, el peldaño más bajo en la jerarquía de los emprendedores. Desafortunadamente, es muy común encontrarse con emprendedores que carecen de esta claridad, lo que hace que su negocio dependa de ellos más allá de lo necesario, y que su viabilidad sufra las consecuencias.


Trabajar hacia un negocio que corra por sí solo

Al comienzo, el camino de todo emprendedor implica por naturaleza su involucramiento en todas las áreas estratégicas de la construcción de su empresa: sin embargo, esto se contrapone con la primera gran asignatura de toda compañía, que es garantizar su sostenibilidad en el curso del tiempo; las necesidades de atención para una empresa nueva son múltiples, pero el tiempo del emprendedor es escaso y, por tanto, más valioso.

En este sentido, he sido testigo y partícipe de una circunstancia muy común: emprendedores que se hallan abrumados por su negocio, ocupándose desde la generación de reportes fiscales hasta sacar la basura de la oficina; ellos trabajan sin parar no porque lo deseen, sino porque no pueden darse el lujo de detenerse. Y si bien en esas etapas iniciales actúan como si tuviesen un equipo que los rodea, la verdad es que si sufriesen un accidente, su negocio perecería en ese instante.

Esta realidad nos invita a reflexionar sobre el hecho de que solo porque el emprendedor tenga la habilidad de asumir ciertos roles no necesariamente debería hacerlo. Por si fuera poco, hay ciertos emprendedores que piensan que asumir más tareas de las que pueden o deben es una buena idea para el negocio, y responden con un “¿por qué debería delegar o pagar a alguien más para que haga x labor, si puedo hacerla yo mismo?”. Esto más bien significa que sus ingresos no generan los recursos para contratar un equipo; o que su negocio no es rentable, y que, por tanto, debería reconsiderar su viabilidad.

mentalidad estratégica

Por paradójico que esto suene, la noción detrás de lo arriba expuesto es que, al comienzo de toda compañía, y probablemente de manera contraintuitiva, el emprendedor no debe encargarse de todo, sino más bien de tener la claridad de cuáles son aquellas actividades estratégicas que mueven positivamente los indicadores de desempeño clave —entre ellos, el ingreso—, y que solamente él o ella debe hacer, para entonces delegar o subcontratar personas que hagan el resto.

Así como la idea del negocio y la visión con las que una empresa se funda son responsabilidad irrenunciable del emprendedor, es necesario entender que nuestro deseo —o necesidad aparente por razones financieras— de hacerlo todo al principio puede ir precisamente en contra de la compañía que deseamos construir. En su lugar, es necesario aceptar que no podemos ni debemos hacerlo todo.

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Desarrollando una mentalidad estratégica

En mi experiencia, los emprendedores más exitosos son aquellos que se enfocan en “despedirse a si mismos”, y que tienen un plan proactivo para encontrar recursos humanos de calidad antes siquiera de lanzar su respectiva compañía, lo que ya por sí es sumamente representativo de lo que hace que verdaderamente triunfe: la mentalidad estratégica con la que fue creada.

Sé también que muchos emprendedores —probablemente tú, que lees esto— piensan que el argumento aquí expuesto es correcto, pero que llegará un momento en el que “puedas desprenderte de obligaciones, tareas y decisiones no necesarias”. El problema con este enfoque es que empezar una compañía difícilmente significa que vaya a haber menos trabajo en el curso del tiempo; es más bien todo lo contrario, y en esa circunstancia, el no haber tenido a priori la claridad aquí referida significa que, más adelante, la decisión será más difícil de tomar, pues habremos creado un circulo vicioso en el que la retirada sea más difícil; todo parecerá a la vez urgente e importante, y de ahí la necesidad de desarrollar una mentalidad estratégica.

mentalidad estratégica

La vida de una compañía como un ente orgánico e independiente es un tanto paradójica, pues requiere la visión original del fundador, que luego da paso a la inercia necesaria para que los colaboradores la asuman como propia por medio del liderazgo. Es sumamente irónico saber que a medida que un emprendedor hace un buen trabajo —definir y nutrir la visión; encontrar a las personas correctas que vibren en la sintonía de esa visión; crear el contexto para que tomen decisiones y hasta se equivoquen en el proceso—, menos requerida será su presencia en el día a día.

Esto no significa, por supuesto, que toda tarea y decisión del emprendedor deban ser delegadas, sino más bien que, en el proceso de crear una idea y darle vida en forma de una compañía, se requiere la plena certeza de cuáles son las cosas que le generan más valor, enfocarse en ellas y ejecutarlas en primera persona. Todo lo demás estará a cargo de nuestro equipo, que cuando se ha elegido bien, es también un testimonio de una buena labor del emprendedor. Y es por todo que la mentalidad estratégica es de suma importancia.

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