Junto con el liderazgo, el concepto de inteligencia emocional es uno muy valioso por todos, pero la realidad es que solo unos cuantos lo ponen en práctica, probablemente porque pensamos que solo significa “saber tratar con personas” —incluidas aquellas que tildamos de “difíciles”—.
Por otro lado, tal vez esta distancia entre el entendimiento de su valor y su aplicación práctica en nuestras vidas tenga que ver —al igual que sucede con el liderazgo— simplemente con el hecho de que entender su valía es algo intuitivo, pero no del todo claro para todos; en suma, no sabemos qué es la inteligencia emocional.
Está claro que la mayoría identificamos la inteligencia emocional con ciertos rasgos de nuestro carácter que se consideran positivos: rasgos de personalidad y de conducción frente a otros que hacen que entendamos la inteligencia emocional como sinónimo de algunos otros, como empatía, carisma, capacidad de entendimiento, resolución de conflictos y hasta persuasión.
Sin embargo, que todos encontremos en el concepto algo intuitivamente positivo, y que pocos lo ejecutemos en la práctica, me parece una gran oportunidad de mejorar nuestras vidas cada día, eliminando puntos ciegos por medio de la claridad con respecto a aquello que no se sabe a cabalidad.
En ese sentido, considero importante aquí definir qué es la inteligencia emocional y por qué es necesaria para nuestro éxito personal.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Según lo descrito por Daniel Goleman —uno de los pioneros y autores más importantes en el tema—, la inteligencia emocional es tanto una aptitud —habilidad— como una actitud —una cierta postura—. Podríamos decir que la inteligencia emocional es la capacidad de centrarse en los demás y generar así verdadera empatía.
Esto es sumamente importante, pues la mayoría confundimos la empatía con la inteligencia emocional; sin embargo, la primera es una habilidad que se traduce en tres tipos de interés por nuestra persona, que bien puede ser un interlocutor:
- Cognitivo: capacidad de realmente entender la perspectiva de otros.
- Emocional: capacidad de sentir lo que otra persona siente.
- Empático: capacidad de comprender lo que tu interlocutor necesita.
Estos tres ámbitos de la empatía se manifiestan en la práctica por medio de la ejecución de ciertos hábitos en nuestro comportamiento y relación con otras personas, que cuando se ejercen en los hechos, manifiestan una determinada inteligencia emocional. Algunos de los hábitos que más comúnmente ponen de manifiesto la existencia de inteligencia emocional son:
- La capacidad de abstraernos de nuestra propia postura y aceptar como igualmente válida la de otros.
- Escuchar con atención y hacer preguntas pertinentes que motiven el diálogo entre lo que originalmente pueden parecer puntos de vista contrarios.
- La aceptación de que las diferencias existen, y que pueden dar origen a puntos de entendimiento de los cuales carecíamos.
- La capacidad de sobreponer la reacción emocional y privilegiar la respuesta reflexiva ante ideas y posturas contrarias a las nuestras.
Una actitud y una acción que se puede aprender
Como toda habilidad —conceptual y práctica—, la inteligencia emocional, que parte de los tres ámbitos de la empatía y las tres manifestaciones puntuales en nuestra relación con otros, es algo que se puede aprender con entrenamiento, disciplina y perseverancia. En este caso, nuestros mejores laboratorios para ensayar son aquellas personas y relaciones que nos retan en cualquiera de estos tres ámbitos y manifestaciones, especialmente aquellos a quienes consideramos “personas dificiles.”
De la misma forma que se entrena un músculo, la inteligencia emocional supone la resistencia inicial que genera el exponernos a esas relaciones, personas y circunstancias que demandan de nosotros lo siguiente:
- Admitir puntos de vista diferentes como válidos.
- Encontrar un punto de coincidencia más que de diferencia con otro que genere una relación de respeto.
- Privilegiar la escucha y preguntas con interés genuino en lugar de nuestro deseo natural de explicar cómo, cuándo y por qué somos nosotros los que tenemos la razón.
Lee también: Las habilidades profesionales más valiosas en el contexto actual
Liderazgo e inteligencia emocional
Como he dicho ya, el otro concepto que muchas veces valoramos como algo positivo sin realmente entenderlo es el liderazgo. La inteligencia emocional tiene todo que ver con la creación de un líder y su gestión, principalmente desde la perspectiva de influir en otros para lograr resultados que sigan cierta visión.
Sin embargo, influir en personas con emociones y puntos de vista discordantes para unirlos en base a una identidad común nunca será algo sencillo; es precisamente en la capacidad de conectar personas e ideas que la inteligencia emocional y el liderazgo se retroalimentan para reconocer diferencias, pero no reconociéndolas como algo negativo, sino como la oportunidad de crear sinergia hacia la meta colectiva.
¿Por qué es importante la inteligencia emocional para lograr el éxito?
Una de mis conferencias que más me gusta compartir con audiencias es aquella que he titulado “La Personalidad del Éxito”, en la que abordo el tema de que el éxito es “personal” en los siguientes e importantísimos sentidos:
- Es nuestra libertad personal y no de la mercadotecnia definir qué cosa entendemos por éxito.
- Toda persona es el resultado biológico y social de otras (padres, amigos, maestros, etc.).
- Toda meta, anhelo, sueño, y logro que deseemos para nuestra vida inexorablemente requiere a otras personas: (inversionistas, colaboradores, clientes, seguidores, etc.).
Estos ejemplos de cómo terceras personas son los componentes básicos del éxito son la ratificación de que lo que deseamos de la vida dependerá de nuestra aptitud y actitud para identificarnos con otras personas, que son el vehículo, el motor y la meta de nuestros esfuerzos por lograr aquello que nos mueve a nosotros mismos.