Éxito empresarial: los valores y los mitos alrededor de las soft skills

En el mundo académico y en el laboral se ha creado una especie de mito en torno a lo que se conoce como las habilidades blandas —popularmente llamadas soft skills—, que son habilidades o actitudes asociadas a la inteligencia emocional y a la manera de relacionarnos con otros, es decir, al mundo introspectivo de las personas.

Las habilidades blandas son comúnmente relegadas a un segundo plano por ser consideradas de poca importancia, privilegiando a las llamadas hard skills o habilidades duras, que son las puntuales y específicas, así como aptitudes asociadas al mundo del hacer. Estas permiten mover las agujas de nuestros indicadores con resultados muy concretos, cuantificables y medibles; sin embargo, en el mundo real pueden terminar siendo poco efectivas cuando no se utilizan con un entendimiento claro y profundo del mundo del ser.

A decir verdad, poco o nada de blandas tienen las soft skills en la realidad actual del éxito empresarial. Por el contrario, estas son habilidades importantísimas en un mundo que está cada vez más y mejor comunicado —más conectado en algunos ámbitos, pero más desconectado que nunca en otros y en constante cambio.

Además, resulta que ciertas soft skills parecen haberse convertido ya en duras, y son las más buscadas por los empleadores —muchas veces, las mejor pagadas— , según la revista Forbes. Estas son algunas de ellas:

  • Relacionarse con otros en equipos diversos.
  • Adaptarse a contextos cambiantes.
  • Influir e inspirar positivamente a otros.

Y a todo esto, ¿qué son realmente las hard skills? Esto es lo que implican:

  • Conocimientos técnicos.
  • Dominio de un área de conocimiento científico y comprobable.
  • Perfiles basados en las ciencias exactas.


Las soft skills hoy en día

Pudo haber sido verdad en algún punto de la historia de la humanidad, sobre todo en la época de la industrialización, que las suaves eran menos importantes que las duras, pero ya no. Dicha noción es ahora una creencia obsoleta cuando se le compara con el contexto que vivimos en el mundo empresarial y en la búsqueda de relevancia.

Personalmente, que hay que desechar esta creencia porque, hoy en día, el mundo de lograr más y el avance científico y tecnológico ya han hecho ya su parte por medio de la automatización, el big data,la IA, etc. Hoy, la gran consigna y deuda pendiente de las organizaciones es conectar a personas normales, coequiperos y colaboradores que sienten, que padecen, que temen, que se alegran y que se emocionan por igual. Por ello, es importante contar tanto con las soft skills como con las hard skills.

No es que sea una más importante que la otra; no considero que se trate de una competencia, sino más bien que la integración de ambas de manera sinérgica, con base en un liderazgo organizacional, brinda claridad de rumbo y desarrollo personal. Porque, en la práctica —y, seguramente, has sido testigo de ello— ninguna de estas habilidades funciona mejor sola que cuando se integra con otras.

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La importancia de los valores al interior de una empresa

Otro mito que sigue derrumbándose en el mundo empresarial y de la alta dirección, como bien he podido atestiguar, es que los valores son palabras que suenan bien y que son dignas de ser colocadas en una fotografía dentro de una oficina o publicidad de marca a manera de brújula moral  o eslogan, pero que no tienen ninguna aplicación práctica en la batalla que se libra en el mundo de los negocios.

En el mundo en que vivimos, cuando los colaboradores de una empresa se toman en serio los valores sobre los cuales esta se cimienta, y los demuestran en su interacción con los clientes, a partir del ejemplo de sus líderes, los valores se transforman en ventajas competitivas, pues ayudan a conectar mejor con las personas, lo que incentiva la lealtad de sus clientes y, por tanto, generan recurrencia.

Cuando una empresa asume como valor insignia, por ejemplo, el respeto, y los colaboradores directivos, operativos, administrativos, y comerciales lo asumen como propio, lo convierten en parte de su mundo interior y los conecta con un propósito más grande que ellos —el “porqué” expuesto por Simon Sinek en su libro Empieza con el Porqué—, y es entonces que lo viven en la relación con sus prospectos y clientes. ¿Y qué obtiene la compañía? Un paso adelante en la diferenciación en el mercado.

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Si tu empresa se esmera en definir, nutrir y vivir valores, como respetar a otros, tendrás una fuerza de ventas que no obligará al cliente a tomar una decisión, y no invadirá́ su privacidad. Tampoco intentará convencerlo a través de argumentos egoístas o prefabricados, sino que conectará empáticamente, además de destacar el producto o servicio que promueve.

Pero si los valores son relegados, la labor comercial de la compañía se topará con esfuerzos egoístas, soberbios y desconectados de la realidad del cliente, a quien se supone desea servir, atentando contra el más sagrado principio de una empresa: su sostenibilidad.


Conclusión

En mi opinión, las actitudes y los valores representan, tanto para una persona como para una empresa, la brújula moral que determina la orientación de su viaje por las picadas aguas de la competencia. He ahí su importancia. No solo deberían servir para decorar una pared, sino marcar un rumbo, una dirección a seguir y un estandarte del cual puedas estar orgulloso. Serán un aliado estratégico que, bien utilizado, mejorará en gran medida la conexión al interior de tus equipos y con los clientes, acercándote al anhelado éxito.

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